miércoles, 1 de mayo de 2013


 


 

Mis padres aquel año por circunstancias, se tuvieron que quedar en Madrid y decidieron mandarme con unos amigos con los que solíamos salir a pasar algunos Domingos al campo, menos mal que su hijo era de la misma edad que yo.

Beatriz y Antonio eran amigos de mis padres de la infancia, sus hijos Yolanda y Oscar, éramos como hermanos, bueno con Yolanda ya no, desde que empezó a usar sujetadoderes se volvió una cursi repelente, ella tenía entonces 17 años y yo 13 al igual que Oscar, mi hermano David se quedo en Madrid, según él, se quería quedar a echar una mano en casa y así aprovechaba a recuperar dos asignaturas que le habían quedado, ya que mis padres decidieron hacer reforma en casa ese verano, aunque yo sabía perfectamente que David se quedaba, porque andaba con los ojos puestos en una chica y creo que no se fiaba de que alguno de sus amigos se la quitase. Lo que hace el amor de juventud.

Beatriz era de un pueblecito de León lindando con los Picos de Europa, sus padres los abuelos de Oscar Vivian también en Madrid, pero pasaban la mayor parte del año en el pueblo y ese año decidieron pasar allí las vacaciones, tanto Oscar como yo hubiéramos preferido que ese año el destino hubiese sido algún lugar de la costa.

Aquel año se preveía que los termómetros siempre el mercurio estuviese a punto de reventar más de un termómetro. Llego el día de partir, de mi padre me despedí la noche anterior ya que él trabajaba, mi hermano la noche anterior me estuvo dando consejos de cómo podía ligar con las chicas del lugar y si veía en la ducha a Yolanda que le llamase para contarle como era el tamaño de sus pechos, el muy depravado, mi madre mujer muy prevenida me tenia hecha la maleta hacia unos días, al verla pensé que diplomáticamente me echaba de casa, me sobraría la mitad de ropa que me llevaba, sobre todo a lo de lana, Beatriz la debió comentar que por las noches refrescaba en el pueblo, pero de llevar ropa porque refrescaba a llevar a llevar ropa de abrigo, hay diferencia, digo yo. Una vez cerrada la maleta, metidos los libros para repasar en la mochila, vinieron los consejos de madre cuando te separas unas semanas de ellas. Haz caso a lo que te digan, comete todo lo que te pongan sin rechistar, estaros tanto Oscar como tú en casa a la hora que os digan, no os acostéis tarde, nada de dar malas contestaciones, lávate los dientes después de que comas, repasa y haz los deberes que te han mandado en el colegio, etc, etc… Y gracias a que llegaron a recogerme, si no, acaban las vacaciones y estaría todavía con la retahíla de consejos maternales.

Serian las 9:00 de la mañana cuando llegaron a recogerme, menos mal que el coche que tenían los padres de Oscar era un monovolumen, metí mi maleta y mochila en la parte trasera, por la puerta detrás del conductor se acoplo Yolanda, deje que pasara antes que yo Oscar así quedaría él en el medio al lado de su hermana, pues llevaba unos pantalones cortitos y una camiseta ceñida marcando pecho y la verdad, no me apetecía nada ir todo el camino sonrojado echándola miradas, la verdad he de decir que en aquella época era un chico tímido donde los hubiera.

 


El viaje

Había amanecido un día muy luminoso, con cielo azul totalmente despejado de nubes, una mañana espléndida para viajar, a esas horas el sol todavía no descargaba con sus rayos mucho calor, Antonio llevaba en la consola central del coche varios cds, hasta que salimos a la autovía llevaba puesta la radio. Yolanda, Oscar y yo, llevábamos nuestros correspondientes mp3 y con los cascos preparados por si la música que nos ponía Antonio no era de nuestro agrado, yo sabía que tenía más o menos los mismos gustos que mi padre en lo referente a la música, la verdad que a mí no me desagradaba mucho la música de los 70 y 80, una vez en la autovía el primer cd que introdujo en la ranura de la radio fue `` Dire Straits - Sultans Of Swing ´´ mis cascos de momento se quedaron encima de mis piernas, mientras que Yolanda nada más arrancar su padre y doblar la primera esquina se los puso y Oscar iba entretenido explotando globos de un juego en su Nintendo.

Esa canción la ponía mi padre cada vez que salíamos de viaje aunque fuera a cualquier pueblo de los alrededores de Madrid, no sé si fue por la canción pero me empezaron a venir recuerdos de otros veranos pasados, hubo unos años que íbamos de camping a la zona de Valencia, esos fueron de lo mejor, esa libertad sin horarios, tan solo para la comida y la cena, las noches mirando las estrellas tumbado en la playa con los amigos que te hacías nada más llegar e instalar las dos tiendas de campaña que llevábamos.

Pero volvamos al viaje… transcurridos unos cien kilómetros, Oscar dejo de jugar con su consola y se quedo dormido, Yolanda seguía con sus auriculares puestos, los ojos cerrados y por sus movimientos de cabeza casi seguro que escuchando música movida, en la radio del coche Antonio llevaba puesto un cd recopilatorio de Los Beatles, mientras yo miraba por la ventanilla e imaginándome como seria el pueblo donde iba a pasar mis primeras vacaciones sin mi familia, según me había contado Oscar se juntaba parte de la familia de su madre, tías tíos primos y por supuesto sus primas que según el seguro que me gustarían todas. Llego el momento de que el monovolumen de Antonio necesitaba ser repostado de combustible y nosotros estirar las piernas, y alguno que otro hacer necesidades fisiológicas, estábamos a unos cien kilómetros de nuestro destino. Beatriz dio dinero a Yolanda para que comprase algo para engañar el estomago hasta que llegásemos al pueblo, era una chica de buen ver, pelo negro como el tizón iba con cola de caballo, pelo rizado, ojos almendrados tan oscuros como su pelo y aparte del pelo lo que llamaba mucho la atención eran sus labios bien marcados ante el color moreno de su piel, ella sabía que era una chica que gustaba y enamoraba a primera vista, lo que la empeoraba de su persona era su carácter prepotente quizás por ser una joven que dejaba prendidos a los chicos, a mi me gustaba también pero con ella mi me llevaba ni me dejaba de llevar, cada uno teníamos nuestro territorio y el mío en aquellas circunstancias solo lo compartía con mi buen amigo Oscar, este era de esas clase de amigos que te enfadarías solo con él, si no te acompañaba a la tumba, nos criamos juntos y nos llevábamos solo dos meses, como a mí no sé si por la edad, pero las chicas que nos gustaban eran las que creíamos que su amistad era lo principal, no vayáis a pensar que no nos gustaban las chicas, claro que nos gustaban y teníamos buen gusto para ellas. Acompañamos a Yolanda a la tienda de la gasolinera, cogió unos paquetes de patatas fritas y nos mando con algo de superioridad que fuéramos a cojer unas latas de refresco frías y con un rin tintín muy particular de ella y mirándonos de arriba abajo nos pregunto que si queríamos, podíamos coger unas bolsas de chuches, Oscar y yo cruzamos miradas y entre sonrisas las cogimos. Una vez todos subidos en el coche, Oscar ofreció chuches a sus padres.

-Umm, que ricas hacía tiempo que no las probaba - comento su madre.

-¡Oye niño a mi no me das! - exclamo Yolanda.

-¿Y si te salen lombrices? – contesto Oscar.

Todos sonrieron por la salida de Oscar, yo no pude contener la risa y con la mano puesta en la boca gire la cabeza hacia la ventanilla para disimular, cuando se me paso la ofrecí de las mías y sin apartar los auriculares de sus oídos y dando un codazo a su hermano me cogió un par de ellas. Así era la bella Yolanda, aunque en el fondo era una buena chica.

El viaje fue de lo más agradable, a falta de pocos kilómetros y creo que por lo bien que nos habíamos portado, Antonio y Beatriz nos deleitaron con algún que otro dúo a su manera de La puerta de Alcalá y de algunas otras canciones de los 80.

La carretera de entrada al pueblo, estaba en sus lados cortejada por grandes chopos que daban sombra a los paseantes de las tardes calurosas del verano, a lo largo de varios kilómetros.

Continuara…