Mis padres aquel año por circunstancias, se tuvieron que quedar en
Madrid y decidieron mandarme con unos amigos con los que solíamos salir a pasar
algunos Domingos al campo, menos mal que su hijo era de la misma edad que yo.
Beatriz y Antonio eran amigos de mis padres de la infancia, sus
hijos Yolanda y Oscar, éramos como hermanos, bueno con Yolanda ya no, desde que
empezó a usar sujetadoderes se volvió una cursi repelente, ella tenía entonces
17 años y yo 13 al igual que Oscar, mi hermano David se quedo en Madrid, según
él, se quería quedar a echar una mano en casa y así aprovechaba a recuperar dos
asignaturas que le habían quedado, ya que mis padres decidieron hacer reforma
en casa ese verano, aunque yo sabía perfectamente que David se quedaba, porque
andaba con los ojos puestos en una chica y creo que no se fiaba de que alguno
de sus amigos se la quitase. Lo que hace el amor de juventud.
Beatriz era de un pueblecito de León lindando con los Picos de
Europa, sus padres los abuelos de Oscar Vivian también en Madrid, pero pasaban
la mayor parte del año en el pueblo y ese año decidieron pasar allí las
vacaciones, tanto Oscar como yo hubiéramos preferido que ese año el destino
hubiese sido algún lugar de la costa.
Aquel año se preveía que los termómetros siempre el mercurio
estuviese a punto de reventar más de un termómetro. Llego el día de partir, de
mi padre me despedí la noche anterior ya que él trabajaba, mi hermano la noche
anterior me estuvo dando consejos de cómo podía ligar con las chicas del lugar
y si veía en la ducha a Yolanda que le llamase para contarle como era el tamaño
de sus pechos, el muy depravado, mi madre mujer muy prevenida me tenia hecha la
maleta hacia unos días, al verla pensé que diplomáticamente me echaba de casa,
me sobraría la mitad de ropa que me llevaba, sobre todo a lo de lana, Beatriz
la debió comentar que por las noches refrescaba en el pueblo, pero de llevar
ropa porque refrescaba a llevar a llevar ropa de abrigo, hay diferencia, digo
yo. Una vez cerrada la maleta, metidos los libros para repasar en la mochila,
vinieron los consejos de madre cuando te separas unas semanas de ellas. Haz caso
a lo que te digan, comete todo lo que te pongan sin rechistar, estaros tanto
Oscar como tú en casa a la hora que os digan, no os acostéis tarde, nada de dar
malas contestaciones, lávate los dientes después de que comas, repasa y haz los
deberes que te han mandado en el colegio, etc, etc… Y gracias a que llegaron a
recogerme, si no, acaban las vacaciones y estaría todavía con la retahíla de
consejos maternales.
Serian las 9:00 de la mañana cuando llegaron a recogerme, menos mal
que el coche que tenían los padres de Oscar era un monovolumen, metí mi maleta
y mochila en la parte trasera, por la puerta detrás del conductor se acoplo
Yolanda, deje que pasara antes que yo Oscar así quedaría él en el medio al lado
de su hermana, pues llevaba unos pantalones cortitos y una camiseta ceñida
marcando pecho y la verdad, no me apetecía nada ir todo el camino sonrojado
echándola miradas, la verdad he de decir que en aquella época era un chico tímido
donde los hubiera.
El
viaje
Había
amanecido un día muy luminoso, con cielo azul totalmente despejado de nubes,
una mañana espléndida para viajar, a esas horas el sol todavía no descargaba
con sus rayos mucho calor, Antonio llevaba en la consola central del coche
varios cds, hasta que salimos a la autovía llevaba puesta la radio. Yolanda,
Oscar y yo, llevábamos nuestros correspondientes mp3 y con los cascos
preparados por si la música que nos ponía Antonio no era de nuestro agrado, yo
sabía que tenía más o menos los mismos gustos que mi padre en lo referente a la
música, la verdad que a mí no me desagradaba mucho la música de los 70 y 80,
una vez en la autovía el primer cd que introdujo en la ranura de la radio fue
`` Dire Straits - Sultans Of Swing ´´ mis cascos de momento
se quedaron encima de mis piernas, mientras que Yolanda nada más arrancar su
padre y doblar la primera esquina se los puso y Oscar iba entretenido explotando
globos de un juego en su Nintendo.
Esa canción la ponía mi padre cada vez que salíamos de viaje aunque fuera
a cualquier pueblo de los alrededores de Madrid, no sé si fue por la canción
pero me empezaron a venir recuerdos de otros veranos pasados, hubo unos años
que íbamos de camping a la zona de Valencia, esos fueron de lo mejor, esa
libertad sin horarios, tan solo para la comida y la cena, las noches mirando
las estrellas tumbado en la playa con los amigos que te hacías nada más llegar
e instalar las dos tiendas de campaña que llevábamos.
Pero volvamos al viaje… transcurridos unos cien kilómetros, Oscar dejo de
jugar con su consola y se quedo dormido, Yolanda seguía con sus auriculares
puestos, los ojos cerrados y por sus movimientos de cabeza casi seguro que
escuchando música movida, en la radio del coche Antonio llevaba puesto un cd
recopilatorio de Los Beatles, mientras yo miraba por la ventanilla e
imaginándome como seria el pueblo donde iba a pasar mis primeras vacaciones sin
mi familia, según me había contado Oscar se juntaba parte de la familia de su
madre, tías tíos primos y por supuesto sus primas que según el seguro que me
gustarían todas. Llego el momento de que el monovolumen de Antonio necesitaba
ser repostado de combustible y nosotros estirar las piernas, y alguno que otro
hacer necesidades fisiológicas, estábamos a unos cien kilómetros de nuestro
destino. Beatriz dio dinero a Yolanda para que comprase algo para engañar el
estomago hasta que llegásemos al pueblo, era una chica de buen ver, pelo negro
como el tizón iba con cola de caballo, pelo rizado, ojos almendrados tan
oscuros como su pelo y aparte del pelo lo que llamaba mucho la atención eran
sus labios bien marcados ante el color moreno de su piel, ella sabía que era
una chica que gustaba y enamoraba a primera vista, lo que la empeoraba de su
persona era su carácter prepotente quizás por ser una joven que dejaba
prendidos a los chicos, a mi me gustaba también pero con ella mi me llevaba ni
me dejaba de llevar, cada uno teníamos nuestro territorio y el mío en aquellas
circunstancias solo lo compartía con mi buen amigo Oscar, este era de esas
clase de amigos que te enfadarías solo con él, si no te acompañaba a la tumba,
nos criamos juntos y nos llevábamos solo dos meses, como a mí no sé si por la
edad, pero las chicas que nos gustaban eran las que creíamos que su amistad era
lo principal, no vayáis a pensar que no nos gustaban las chicas, claro que nos
gustaban y teníamos buen gusto para ellas. Acompañamos a Yolanda a la tienda de
la gasolinera, cogió unos paquetes de patatas fritas y nos mando con algo de
superioridad que fuéramos a cojer unas latas de refresco frías y con un rin
tintín muy particular de ella y mirándonos de arriba abajo nos pregunto que si
queríamos, podíamos coger unas bolsas de chuches, Oscar y yo cruzamos miradas y
entre sonrisas las cogimos. Una vez todos subidos en el coche, Oscar ofreció
chuches a sus padres.
-Umm, que ricas hacía tiempo que no las probaba - comento su madre.
-¡Oye niño a mi no me das! - exclamo Yolanda.
-¿Y si te salen lombrices? – contesto Oscar.
Todos sonrieron por la salida de Oscar, yo no pude contener la risa y con
la mano puesta en la boca gire la cabeza hacia la ventanilla para disimular,
cuando se me paso la ofrecí de las mías y sin apartar los auriculares de sus oídos
y dando un codazo a su hermano me cogió un par de ellas. Así era la bella
Yolanda, aunque en el fondo era una buena chica.
El viaje fue de lo más agradable, a falta de pocos kilómetros y creo que
por lo bien que nos habíamos portado, Antonio y Beatriz nos deleitaron con
algún que otro dúo a su manera de La puerta de Alcalá y de algunas otras
canciones de los 80.
La carretera de entrada al pueblo, estaba en sus lados cortejada por
grandes chopos que daban sombra a los paseantes de las tardes calurosas del
verano, a lo largo de varios kilómetros.
Continuara…
