domingo, 3 de febrero de 2013

El trompetista



 

Me había ubicado hacia poco en la ciudad y esa tarde noche decidí darme un paseo por el centro.

Fue un día frio de invierno, por las calles los viandantes andaban deprisa para llegar a sus destinos como yo, a los lejos empecé a escuchar el sonido de una trompeta, me dirigí hacia la zona  para escucharla más de cerca, la calle de la cual salía ese sonido tan peculiar de una trompeta, era una calle con soportales los cuales a la vez de dar refugio a los viandantes y al músico, hacían de caja de resonancia a las notas musicales celestiales del instrumento. Era unas de las calles principales de la ciudad que desembocaban en la plaza mayor, tenía soportales ambos lados de la calle y allí estaba él, un músico callejero que imagine que se ganaba su sustento para vivir haciendo de su instrumento su modo de vida. La calle era peatonal la cual daba a lo que era el centro de la ciudad, una gran plaza rodeada también de soportales, los cuales hacían de apoyo a viviendas con balcones con barandillas de balaustradas de madera todas en perfectas condiciones. El músico un hombre entrado ya en los cincuenta, con la tez curtida y perilla bien recortada, iba vestido con pantalones negros, un chaquetón de piel vuelta de borrego, una bufanda larga colgando, guantes de piel negros recortados por los dedos y una boina a lo Che Guevara. No soy un experto en música, pero quede cautivado por su manera de tocar al igual que las personas que se paraban unos instantes para escucharle y agradecerle esos minutos celestiales de música, echándole unas monedas a un maletín en el cual transportaba el instrumento, de color plateado resplandeciente. A unos metros de donde tenía montado su escenario sin bambalinas había una cafetería, después de escucharle un par de obras musicales, me acerque a él y le pregunte…

-¿Me permite que le invite a un café?

- No gracias, todavía necesito sacar unas cuantas monedas más.

Entre a la cafetería a tomar un café ya que era lo que apetecía en la noche fría, desde el interior del establecimiento se escuchaba de fondo las notas musicales del músico callejero, lo que llamo mi atención era que las mesas más ocupadas eran las que estaban más cercanas a la calle, me di cuenta que no era yo solo el que se quedaba embelesado escuchándole. Al salir de la cafetería vi como el músico recogía su pequeño escenario y en un pequeño apartado del maletín de la trompeta echo las monedas esparcidas que había en el interior, cogió un paño y como de una pieza de museo se tratase, limpio su instrumento, aunque yo diría más bien que lo acariciaba.

Me acerqué a él…

-Buenas noches de nuevo, no quiero incomodarle, solo quería saber si mañana tocara también aquí, me gustaría saber a la hora que viene.

-Suelo venir siempre por las tardes, por las mañana me dedico a buscar trabajo.

-Gracias es usted muy amable y buen músico, espero poder escucharle mañana de nuevo, buenas noches y gracias.

Me dirigí al hotel donde me hospedaba, hasta que encontrase algo para alquilar ya que tendría que pasar una larga temporada por cuestiones de trabajo, de camino el frio seco, las estrellas que querían arroparse junto a la Luna llena y las ondas de las melodías de la trompeta que todavía tenía retenidas en mis oídos me acompañaron hasta llegar al hotel.

A la mañana siguiente, antes de dirigirme al trabajo fui a tomar un café a la cafetería donde la noche anterior estuve escuchando las últimas melodías interpretadas por el músico callejero. Me había fascinado como hacia hablar a su instrumento ¡Sí hablar! Porque creo que aparte de las composiciones que salían de su trompeta, a través de ella pronunciaba también sus sentimientos.

Pregunte al camarero por el músico…-¿Sabe a qué hora se suele poner a tocar el músico?

-Suele venir entrada la tarde.

-Y durante el día ¿sabe si toca en otro sitio?

-No, no lo sé de hecho casi nunca entra en el establecimiento, algún día incluso le hemos invitado a un café para agradecerle el hecho de que muchos clientes vienen a tomar algo simplemente por el hecho de escucharle tocar y siempre se ha negado.

 Salí de la cafetería, con la intriga de saber algo de él. El día le tenía libre y lo quería dedicar a conocer un poco la ciudad y de paso ver si encontraba algún piso para acomodarme los meses que iba a estar en la ciudad. En frente de la cafetería había una farmacia la cual tenía un cartel de se alquila piso, pase a preguntar por él... La farmacia era la típica botica antigua, con sus botes de loza en los estantes de madera trabajadas, estaba justo enfrente donde emplazaba su humilde escenario el músico, junto a una de las columnas de los soportales, tumbado y mirando al frente, un perro de no sé cuántos cruces de razas podía tener, su aspecto era de abandonado una oreja toda estirada y la otra caída, su mirada la tenía fija hacia donde se emplazaba el músico…

 

El trompetista II

 

-Buenos días, venia por lo del piso en alquiler.

-Buenos días, si acompáñeme por favor.

Me acompaño a ver el piso la farmacéutica.

-Mi nombre es Diego.

-Encantada el mío es Sagrario.

Era una mujer amable de trato muy agradable, el piso estaba encima de la farmacia, la entrada estaba justo al lado del local, el piso era muy espacioso y luminoso, estaba amueblado con muebles de época, con buen gusto, parecía tener historia la vivienda.

-Me gusta…, la comente. Después de hacer el trato sobre la condiciones de alquiler, me dio las llaves y la invite a tomar un café. No pude quedarme con la curiosidad de saber si ella sabía algo sobre el músico.

-Lo poco que se dé él es, que se llama Luis, su padre y el mío fueron grandes amigos hasta que su padre se fue con una compañía de varietés, su padre también era músico y también tocaba la trompeta, mi padre estuvo en contacto con él por cartas hasta que se casó con una vedet de la compañía. Luis no hace mucho que se emplazó en la ciudad, un día empezó a tocar enfrente a la farmacia, mi padre era el farmacéutico y el primer día que lo escucho tocar, tubo la corazonada de que esa trompeta la había escuchado hacía ya muchos años y no dudo en acercarse y hablar con él, al preguntarle por su identidad, mi padre lo abrazo y le conto de su amistad con su padre. Desde entonces mi padre no dejaba de contarnos historias pasadas en compañía del padre de Luis, mi padre padecía una enfermedad que no tardo en llevárselo, lo único que le puedo decir es que desde que Luis apareció hasta su muerte, fue como un empujón para luchar unos meses más en su lucha contra su enfermedad. Por lo demás, en la ciudad nadie sabe más de su vida anterior antes de llegar a la ciudad.

-Gracias por contármelo, la verdad es que embelesa con su forma de tocar.

-Sí, es verdad nosotros estamos encantados con que nos deleite con su música.

Al salir de la cafetería acompañe hasta la puerta de la farmacia a Sagrario, allí estaba el perro, tumbado al pasar por detrás de él, se giró y me miro moviendo su rabo si es que se le podía llamar así, lo tenía de manera enroscado que parecía una ensaimada, me dirigí al hotel a por mis enseres, para ubicarme en el piso.

Ya con mis cosas en el piso, baje y me dispuse a ir a la cafetería a comer algo, nada más salir vi a Sagrario echando el cierre a la farmacia.

-Hola Sagrario voy a comer ¿Me permites que te invite?

- También me dirigía hacerlo. Ya que usted es el forastero, por ser la primera vez invito yo, suelo ir a un restaurante que está en las afueras de la ciudad.

-Está bien acepto y por dios, el de usted, de ahora en adelante quítatelo de tu vocabulario hacia conmigo.

La comida fue muy amena, me estuvo contando episodios de su vida…, una vez terminada la carrera de farmacia en la capital, se vino de nuevo a la ciudad ayudar a su padre en la farmacia ya enfermo, su madre falleció siendo ella una niña, era hija única, estaba soltera y con ganas de vivir bien la vida dentro de sus posibilidades. El piso, me dijo que fue donde vivió la familia, ella tenía su propia vivienda y el hecho de alquilarlo, aunque no tenía necesidad, siempre la venia bien un extra. Era morena con el pelo corto, ojos rasgados algo verdosos, de muy buen ver y de unos cuarenta años.

-Perdona que te pregunte sobre el músico, parece como si su música me hubiera calado muy adentro.., la comente.

-¿Recuerdas algo más sobre el músico?

-Lo que más se ha quedado grabado de él, bueno más que de el, el tema y la forma de tocar el tema <El silencio> en el entierro de mi padre, la verdad que no le vi y los que allí se encontraban tampoco, nunca le vieron en los alrededores, a los pocos días después del fatal desenlace para mi, cruce la calle y le di las gracias por el detalle, su respuesta fue…,-no fui yo quien toco, seguro que fue algún ángel-. Desde entonces las únicas palabras que he cruzado con él han sido para saludarle. Mientras Sagrario, me contaba ese episodio, unas lagrimas descendieron por sus mejillas y a mí de imaginármelo se me puso el vello todo erizado.

Las horas que pasamos conversando durante la comida y  la sobremesa, se nos hicieron cortas, nos dirigimos de nuevo hacia el centro de la ciudad. Y como no, allí estaba el perro sin cambiar de postura esta vez sentado y con su mirada fija donde se ponía el músico, parecía como si no quisiera perderse ni una actuación del músico. Sagrario abrió la farmacia y yo me subí al piso, pues aun me quedaba algo de ropa por guardar. Salí al balcón, no es que fuera muy espacioso había una mesa redonda de  forja a juego con dos sillas, la tarde aunque era algo fría, me apetecía fumarme un cigarrillo tranquilamente, mirando en uno de los muebles de la cocina encontré una botella de vino sin descorchar, tenía ya sus años, la abrí y aunque no entiendo de vinos me pareció que se encontraba bien para el paladar, me puse un abrigo y salí al balcón acompañado de la copa de vino y la botella, nada mas encender el tan deseoso cigarrillo, empecé a escuchar la melodía de la primera canción que interpretaba el músico. Me levante de la silla para verle, pero era imposible aunque la calle era ancha el estaba justo pegado a la pared del edificio de enfrente. Estuve en el balcón hasta que escuche el cierre de la farmacia, un impulso me hizo dejar la copa de vino y la botella para bajar por si veía a Sagrario, pero no fue posible, al bajar ella ya se había ido. Creo que me empezaba a gustar.

Cruce la calle para acercarme y en el primer instante que pudiese, hablar con Luis, en cuanto termino una de la interpretaciones, me acerque y le comente…

-Perdone que le moleste, pero me gustaría tomar un café con usted y saber algo del padre de Sagrario…, el se quedo sorprendido, pero creo que acerté con la escusa para poder entablar una conversación con él.

-Está bien, una vez que acabe ¿dónde quiere que nos veamos? Me pregunto…

-Si le parece en mi casa, he alquilado el piso de encima de la farmacia, así me hace el honor de ser el primer invitado para tomar un café.

-Allí nos vemos, entonces…, no pareció poner ninguna excusa, creo que le pille algo fuera de lugar al nombrar al padre de Sagrario.

 

 


 

Las horas fueron pasando, el balcón lo dejé entreabierto para escuchar el sonido de la trompeta, mientras tanto preparé algo sencillo para cenar. El silencio de la calle lo rompía el ruidoso chirriar de los cierres metálicos al caer de los establecimientos.

Sonó el timbre…, abrí la puerta, era Luis, traía en su mano el maletín de su instrumento, pero un momento…, no venía solo venía acompañado del perro de la calle, a mi no me importaba ni me molestaba su presencia, pero…

-Buenas noches Luis, mi nombre es Diego.

-Muy buenas noches Diego.

-No sabía que el perro fuera suyo, Luis.

-No, no lo es, pero nada más abrir la puerta se me adelantó y no puede hacer nada para que no subiera, si quiere lo cojo y lo bajo a la calle.

-No, déjalo a mi no me molesta siempre y cuando no destroce nada, sabes que el piso no es de mi propiedad. No he cenado todavía y he pensado que podías acompañarme a picar algo antes de tomarnos un café.

-Se lo agradezco, pero antes de nada quiero que sepas que no soy un mendigo ni ando por la vida intentando dar pena.

-No, por dios, no es mi pensamiento sobre ti, pero si te he molestado con no probar bocado todo solucionado. Lo único que tu forma de tocar me ha fascinado, llevo pocos días en la ciudad y desde que escuché como tocabas y viéndote, más parece que acaricias la trompeta, me embrujó su sonido, se que suena raro, pero estos días no he podido quitarme de la cabeza sus sonidos, cada sonido cada tono…, no sé cómo explicarlo, por eso quería conocerte a ti que eres el artista, aunque no entiendo nada de música, pero creo que eres un gran músico y se te ve mejor persona.

-Te agradezco los elogios.., me contesto Luis.

No pusimos a picotear algo de fiambre y algunas latas de conservas, acompañandos con la botella abierta que encontré en la cocina. Mientras, el perro se sentó también al pie de la mesa, no nos quitaba ojo, no sé si por no perderse alguna frase de nuestra conversación o por coger al vuelo algún desperdicio de comida, una vez engañados nuestros estómagos, recogí la mesa y lo poco que sobró de fiambre y de pan se lo puse al perro en un plato,  para que degustase también de la pobre cena. Me levanté a por la cafetera con el café recién hecho, nos sentamos en el sofá, le pregunté que si fumaba…

-No gracias.

-Si no te molesta yo sí aunque no mucho, pero hay momentos en los que fumar un cigarrillo se me hacen más especiales.

-No, no me molesta estás en tu casa, hubo un tiempo en que fumaba, pero lo dejé.

-¿Cómo es que viniste a esta ciudad?- Le pregunté…, para entrar en situación.

-Aunque no sea de aquí, esta ciudad siempre la he llevado conmigo gracias a mi padre, el nació aquí, su juventud la pasó entre estos soportales y la plaza, ensayando con la trompeta que le regaló mi abuelo, hasta que conoció a mi madre, bailarina de la compañía que actuó en la ciudad, la compañía le contrató y sus vidas transcurrieron de escenario en escenario, hasta que nací yo. Mi madre dejo de trabajar, al cumplir yo los siete años, para poder atenderme mejor, la ilusión de mi padre era que estudiase música, pasaron los años y nos instalamos en la capital ya que la compañía después de cada gira por todo el país, acababa siempre en la capital. Mi infancia, hasta entonces la pase entre bambalinas como espectador privilegiado, desde que empecé a soplar y mi padre no actuaba, mi juguete fue su trompeta.

Éramos una familia feliz, hasta que a mi padre le detectaron una enfermedad pulmonar y tuvo que reducir sus actuaciones, en una de esas actuaciones, una noche al salir del teatro donde actuaba, unos maleantes le delinquieron para robarle, no solo le robaron el poco dinero que llevaba, sino que también quisieron robarle su trompeta, su herramienta de trabajo con la cual sacaba el sustento de su familia. Según nos conto, después de entregarles la cartera le pidieron que les entregase el maletín, mi padre se negó rotundamente y durante el escarceo que tuvo con ellos, pudo abrir el maletín donde llevaba su trompeta y la utilizo como arma para defenderse, a mi padre le encontraron en la calle herido y agarrado a una de las partes de la trompeta que quedo útil. Una vez recuperado de las heridas y magulladuras de la paliza, todo su afán era arreglar su instrumento, nos dijo que se tendría que ausentar unos días para llevarla a reparar.

La verdad es, que mi madre y yo pensábamos que la trompeta no tendría arreglo, estaba hecha pedazos, aunque mi padre pudo recoger los trozos esparcidos del instrumento, después de golpear a los maleantes y los que se llevo no sabemos contra que. Le intentamos convencer que sería mejor comprar una nueva, con lo que costaría arreglar la vieja, mas el viaje y la estancia de lejos de casa, se podía comprar una igual o aun mejor.

Siendo en vano nuestros intentos de convencerle, llego el día en que salió de casa con el maletín maltrecho y las piezas de la trompeta dentro. Pasaron ocho días desde que se fue cuando… Desde la calle pudimos escuchar el sonido de la trompeta, era mi padre tocando su instrumento, sin ver la trompeta yo sabía que era la misma incluso puedo afirmar que incluso sonaba mejor que antes, mi madre y yo nos asomamos a la terraza, y ahí estaba mi padre, en la calle con la trompeta izada al cielo y rodeado de gente escuchándole.

Pasado unos meses mi padre falleció,  la situación económica a mi madre y a mí nos fue mermando, aunque mi madre trabajaba limpiando cuando le salía alguna casa. La paga que la quedo de viudez, no llegaba para que yo entrase en el conservatorio como mi padre quería, mi madre no quería que yo dejase de estudiar en aquel tiempo yo tenía dieciséis años, para pagar la matrícula del conservatorio, mi madre me comento que empeñando la trompeta de mi padre nos ayudaría a pagar la matrícula, yo me negué en rotundo una y mil veces, mi madre me dijo…,-Hijo si viviera tu padre haría lo mismo que yo.- Tenía que pensar que el sueño de mi padre era que yo estudiase música y no le podíamos defraudar.

Muy a mi pesar, acompañe a mi madre a la casa de empeños, con lagrimas en los ojos mi madre y yo dejamos la trompeta, el valor de ella era el triple de los que nos dieron, fueron pasando las semanas, cuando un día recibimos una llamada telefónica de la casa de empeños para que fuéramos hablar con el responsable de las ventas.

Nos recibió el encargado de ventas.

-Le he hecho venir, porque el instrumento que empeñaron aquí hace varias semanas,  tiene mucha aceptación para la venta, pero cada vez que se lleva un cliente la trompeta nos viene con el instrumento llamándonos estafadores, quienes se la llevan no son capaces de hacerla tocar una nota.

-Por favor si no le importa, traiga la trompeta y que la pruebe mi hijo…, le dijo mi madre…

Recuerdo que, con las manos sudorosas cogí la trompeta.., a mi mente vinieron recuerdos de mi padre tocándola, desde de su muerte no saque nunca le trompeta de su maletín.

La cogí, la puse entre mis labios temblorosos y las notas fueron saliendo como si de una fábrica de melodías se tratase…, el señor de la casa de empeño quedo asombrado, no se lo podía creer.

-Les pido perdón, pero parece cosa de magia, si no lo escuchan mis oídos no me lo creo, todas las personas que han venido a comprarla y entre ellas músicos, no han sido capaces de sacar una nota de ella…, nos comento el hombre todo asombrado.

-Si les parece y se la quieren llevar, me dan lo que se les pago por ella y tan amigos…

-El dinero que conseguimos por ella, era para emplearlo en el sueño de mi difunto marido, el quería que nuestro hijo ingresase a estudiar música en el conservatorio y sin este dinero no podrá…, le explico mi madre. Al hombre se le cambio el semblante y tras unos segundos, su contestación fue…

-Está bien entiendo su situación, escuchando como toca su hijo la cultura a veces tiene que estar por encima de los negocios.

-Muchas gracias, es usted un gran hombre, le estamos muy agradecidos por el  detalle…, le contesto mi madre.

-Salimos de la casa de empeño, con los ojos empañados en lágrimas, después de ese día no hubo momentos que me separara de la trompeta de mi padre.

Fueron pasando los años, yo acabe mis estudios en el conservatorio, me independice de mi madre, desde entonces me he dedicado a llevar una vida algo bohemia, viviendo de lo que he ido obteniendo tocando en la calle, el día que mi madre me necesite volveré con ella, estamos siempre en contacto y así, ha sido mi vida Diego.

-¿Pero y el secreto de que nadie, sacara una nota a la trompeta no siendo tu padre o tu?

-Mi madre y yo, nunca supimos donde fue mi padre a reparar la trompeta, cada vez que le preguntábamos, su respuesta era siempre la misma dirigiéndose hacia mi...-Hijo, la trompeta fue un regalo de tu abuelo para mí, algún día será tuya, cuando ella precise de ti, las melodías que salgan de ella, te trasladaran donde la tienes que llevar-. Esa era su respuesta siempre.

-Durante unos instantes nos quedamos los dos en silencio saboreando el vino, mientras, el perro estaba tumbado sin quitar ojo a Luis.

Me quede mirando al perro, y le pregunte a Luis…

-¿Oye que sabes del perro? de los días que llevo por aquí, siempre me le encuentro al lado de la farmacia y con la mirada perdida hacia donde tú te pones a tocar.

-Lo sé, desde el primer día que empecé a tocar allí, ahí está el, debe ser que es verdad que la música amansa las fieras Diego…, me contesto con unas carcajadas.

El tiempo que pasamos juntos, fue de lo más ameno, creo que en mi corta estancia que llevaba en la ciudad había conocido a un gran amigo.

Desde entonces cada vez que oigo música la vida me sonríe de otra manera.

 

Rafael Huertas