Me había ubicado hacia poco en la ciudad y esa tarde noche decidí darme
un paseo por el centro.
Fue un día frio de invierno, por las calles los viandantes andaban
deprisa para llegar a sus destinos como yo, a los lejos empecé a escuchar el
sonido de una trompeta, me dirigí hacia la zona
para escucharla más de cerca, la calle de la cual salía ese sonido tan
peculiar de una trompeta, era una calle con soportales los cuales a la vez de
dar refugio a los viandantes y al músico, hacían de caja de resonancia a las
notas musicales celestiales del instrumento. Era unas de las calles principales
de la ciudad que desembocaban en la plaza mayor, tenía soportales ambos lados
de la calle y allí estaba él, un músico callejero que imagine que se ganaba su
sustento para vivir haciendo de su instrumento su modo de vida. La calle era
peatonal la cual daba a lo que era el centro de la ciudad, una gran plaza
rodeada también de soportales, los cuales hacían de apoyo a viviendas con
balcones con barandillas de balaustradas de madera todas en perfectas
condiciones. El músico un hombre entrado ya en los cincuenta, con la tez curtida
y perilla bien recortada, iba vestido con pantalones negros, un chaquetón de
piel vuelta de borrego, una bufanda larga colgando, guantes de piel negros
recortados por los dedos y una boina a lo Che Guevara. No soy un experto en
música, pero quede cautivado por su manera de tocar al igual que las personas
que se paraban unos instantes para escucharle y agradecerle esos minutos
celestiales de música, echándole unas monedas a un maletín en el cual
transportaba el instrumento, de color plateado resplandeciente. A unos metros
de donde tenía montado su escenario sin bambalinas había una cafetería, después
de escucharle un par de obras musicales, me acerque a él y le pregunte…
-¿Me permite que le invite a un café?
- No gracias, todavía necesito sacar unas cuantas monedas más.
Entre a la cafetería a tomar un café ya que era lo que apetecía en la
noche fría, desde el interior del establecimiento se escuchaba de fondo las
notas musicales del músico callejero, lo que llamo mi atención era que las
mesas más ocupadas eran las que estaban más cercanas a la calle, me di cuenta
que no era yo solo el que se quedaba embelesado escuchándole. Al salir de la
cafetería vi como el músico recogía su pequeño escenario y en un pequeño
apartado del maletín de la trompeta echo las monedas esparcidas que había en el
interior, cogió un paño y como de una pieza de museo se tratase, limpio su
instrumento, aunque yo diría más bien que lo acariciaba.
Me acerqué a él…
-Buenas noches de nuevo, no quiero incomodarle, solo quería saber si mañana
tocara también aquí, me gustaría saber a la hora que viene.
-Suelo venir siempre por las tardes, por las mañana me dedico a buscar
trabajo.
-Gracias es usted muy amable y buen músico, espero poder escucharle
mañana de nuevo, buenas noches y gracias.
Me dirigí al hotel donde me hospedaba, hasta que encontrase algo para
alquilar ya que tendría que pasar una larga temporada por cuestiones de
trabajo, de camino el frio seco, las estrellas que querían arroparse junto a la
Luna llena y las ondas de las melodías de la trompeta que todavía tenía
retenidas en mis oídos me acompañaron hasta llegar al hotel.
A la mañana siguiente, antes de dirigirme al trabajo fui a tomar un
café a la cafetería donde la noche anterior estuve escuchando las últimas
melodías interpretadas por el músico callejero. Me había fascinado como hacia
hablar a su instrumento ¡Sí hablar! Porque creo que aparte de las composiciones
que salían de su trompeta, a través de ella pronunciaba también sus
sentimientos.
Pregunte al camarero por el músico…-¿Sabe a qué hora se suele poner a
tocar el músico?
-Suele venir entrada la tarde.
-Y durante el día ¿sabe si toca en otro sitio?
-No, no lo sé de hecho casi nunca entra en el establecimiento, algún
día incluso le hemos invitado a un café para agradecerle el hecho de que muchos
clientes vienen a tomar algo simplemente por el hecho de escucharle tocar y
siempre se ha negado.
Salí de la cafetería, con la
intriga de saber algo de él. El día le tenía libre y lo quería dedicar a
conocer un poco la ciudad y de paso ver si encontraba algún piso para
acomodarme los meses que iba a estar en la ciudad. En frente de la cafetería
había una farmacia la cual tenía un cartel de se alquila piso, pase a preguntar
por él... La farmacia era la típica botica antigua, con sus botes de loza en
los estantes de madera trabajadas, estaba justo enfrente donde emplazaba su
humilde escenario el músico, junto a una de las columnas de los soportales,
tumbado y mirando al frente, un perro de no sé cuántos cruces de razas podía
tener, su aspecto era de abandonado una oreja toda estirada y la otra caída, su
mirada la tenía fija hacia donde se emplazaba el músico…
El
trompetista II
-Buenos
días, venia por lo del piso en alquiler.
-Buenos
días, si acompáñeme por favor.
Me acompaño
a ver el piso la farmacéutica.
-Mi nombre
es Diego.
-Encantada
el mío es Sagrario.
Era una
mujer amable de trato muy agradable, el piso estaba encima de la farmacia, la
entrada estaba justo al lado del local, el piso era muy espacioso y luminoso,
estaba amueblado con muebles de época, con buen gusto, parecía tener historia
la vivienda.
-Me gusta…,
la comente. Después de hacer el trato sobre la condiciones de alquiler, me dio
las llaves y la invite a tomar un café. No pude quedarme con la curiosidad de
saber si ella sabía algo sobre el músico.
-Lo poco que
se dé él es, que se llama Luis, su padre y el mío fueron grandes amigos hasta
que su padre se fue con una compañía de varietés, su padre también era músico y
también tocaba la trompeta, mi padre estuvo en contacto con él por cartas hasta
que se casó con una vedet de la compañía. Luis no hace mucho que se emplazó en
la ciudad, un día empezó a tocar enfrente a la farmacia, mi padre era el
farmacéutico y el primer día que lo escucho tocar, tubo la corazonada de que
esa trompeta la había escuchado hacía ya muchos años y no dudo en acercarse y
hablar con él, al preguntarle por su identidad, mi padre lo abrazo y le conto
de su amistad con su padre. Desde entonces mi padre no dejaba de contarnos
historias pasadas en compañía del padre de Luis, mi padre padecía una
enfermedad que no tardo en llevárselo, lo único que le puedo decir es que desde
que Luis apareció hasta su muerte, fue como un empujón para luchar unos meses
más en su lucha contra su enfermedad. Por lo demás, en la ciudad nadie sabe más
de su vida anterior antes de llegar a la ciudad.
-Gracias por
contármelo, la verdad es que embelesa con su forma de tocar.
-Sí, es
verdad nosotros estamos encantados con que nos deleite con su música.
Al salir de
la cafetería acompañe hasta la puerta de la farmacia a Sagrario, allí estaba el
perro, tumbado al pasar por detrás de él, se giró y me miro moviendo su rabo si
es que se le podía llamar así, lo tenía de manera enroscado que parecía una
ensaimada, me dirigí al hotel a por mis enseres, para ubicarme en el piso.
Ya con mis
cosas en el piso, baje y me dispuse a ir a la cafetería a comer algo, nada más
salir vi a Sagrario echando el cierre a la farmacia.
-Hola
Sagrario voy a comer ¿Me permites que te invite?
- También me
dirigía hacerlo. Ya que usted es el forastero, por ser la primera vez invito
yo, suelo ir a un restaurante que está en las afueras de la ciudad.
-Está bien
acepto y por dios, el de usted, de ahora en adelante quítatelo de tu
vocabulario hacia conmigo.
La comida
fue muy amena, me estuvo contando episodios de su vida…, una vez terminada la
carrera de farmacia en la capital, se vino de nuevo a la ciudad ayudar a su
padre en la farmacia ya enfermo, su madre falleció siendo ella una niña, era
hija única, estaba soltera y con ganas de vivir bien la vida dentro de sus
posibilidades. El piso, me dijo que fue donde vivió la familia, ella tenía su
propia vivienda y el hecho de alquilarlo, aunque no tenía necesidad, siempre la
venia bien un extra. Era morena con el pelo corto, ojos rasgados algo verdosos,
de muy buen ver y de unos cuarenta años.
-Perdona que
te pregunte sobre el músico, parece como si su música me hubiera calado muy
adentro.., la comente.
-¿Recuerdas
algo más sobre el músico?
-Lo que más
se ha quedado grabado de él, bueno más que de el, el tema y la forma de tocar
el tema <El silencio> en el entierro de mi padre, la verdad que no le vi
y los que allí se encontraban tampoco, nunca le vieron en los alrededores, a
los pocos días después del fatal desenlace para mi, cruce la calle y le di las
gracias por el detalle, su respuesta fue…,-no fui yo quien toco, seguro que fue
algún ángel-. Desde entonces las únicas palabras que he cruzado con él han sido
para saludarle. Mientras Sagrario, me contaba ese episodio, unas lagrimas
descendieron por sus mejillas y a mí de imaginármelo se me puso el vello todo
erizado.
Las horas
que pasamos conversando durante la comida y la sobremesa, se nos hicieron cortas, nos
dirigimos de nuevo hacia el centro de la ciudad. Y como no, allí estaba el
perro sin cambiar de postura esta vez sentado y con su mirada fija donde se
ponía el músico, parecía como si no quisiera perderse ni una actuación del
músico. Sagrario abrió la farmacia y yo me subí al piso, pues aun me quedaba
algo de ropa por guardar. Salí al balcón, no es que fuera muy espacioso había una
mesa redonda de forja a juego con dos
sillas, la tarde aunque era algo fría, me apetecía fumarme un cigarrillo
tranquilamente, mirando en uno de los muebles de la cocina encontré una botella
de vino sin descorchar, tenía ya sus años, la abrí y aunque no entiendo de
vinos me pareció que se encontraba bien para el paladar, me puse un abrigo y
salí al balcón acompañado de la copa de vino y la botella, nada mas encender el
tan deseoso cigarrillo, empecé a escuchar la melodía de la primera canción que
interpretaba el músico. Me levante de la silla para verle, pero era imposible
aunque la calle era ancha el estaba justo pegado a la pared del edificio de
enfrente. Estuve en el balcón hasta que escuche el cierre de la farmacia, un
impulso me hizo dejar la copa de vino y la botella para bajar por si veía a
Sagrario, pero no fue posible, al bajar ella ya se había ido. Creo que me
empezaba a gustar.
Cruce la
calle para acercarme y en el primer instante que pudiese, hablar con Luis, en
cuanto termino una de la interpretaciones, me acerque y le comente…
-Perdone que
le moleste, pero me gustaría tomar un café con usted y saber algo del padre de
Sagrario…, el se quedo sorprendido, pero creo que acerté con la escusa para
poder entablar una conversación con él.
-Está bien,
una vez que acabe ¿dónde quiere que nos veamos? Me pregunto…
-Si le
parece en mi casa, he alquilado el piso de encima de la farmacia, así me hace
el honor de ser el primer invitado para tomar un café.
-Allí nos
vemos, entonces…, no pareció poner ninguna excusa, creo que le pille algo fuera
de lugar al nombrar al padre de Sagrario.
Las
horas fueron pasando, el balcón lo dejé entreabierto para escuchar el sonido de
la trompeta, mientras tanto preparé algo sencillo para cenar. El silencio de la
calle lo rompía el ruidoso chirriar de los cierres metálicos al caer de los
establecimientos.
Sonó
el timbre…, abrí la puerta, era Luis, traía en su mano el maletín de su instrumento,
pero un momento…, no venía solo venía acompañado del perro de la calle, a mi no
me importaba ni me molestaba su presencia, pero…
-Buenas
noches Luis, mi nombre es Diego.
-Muy
buenas noches Diego.
-No
sabía que el perro fuera suyo, Luis.
-No,
no lo es, pero nada más abrir la puerta se me adelantó y no puede hacer nada
para que no subiera, si quiere lo cojo y lo bajo a la calle.
-No,
déjalo a mi no me molesta siempre y cuando no destroce nada, sabes que el piso
no es de mi propiedad. No he cenado todavía y he pensado que podías acompañarme
a picar algo antes de tomarnos un café.
-Se
lo agradezco, pero antes de nada quiero que sepas que no soy un mendigo ni ando
por la vida intentando dar pena.
-No,
por dios, no es mi pensamiento sobre ti, pero si te he molestado con no probar
bocado todo solucionado. Lo único que tu forma de tocar me ha fascinado, llevo
pocos días en la ciudad y desde que escuché como tocabas y viéndote, más parece
que acaricias la trompeta, me embrujó su sonido, se que suena raro, pero estos
días no he podido quitarme de la cabeza sus sonidos, cada sonido cada tono…, no
sé cómo explicarlo, por eso quería conocerte a ti que eres el artista, aunque
no entiendo nada de música, pero creo que eres un gran músico y se te ve mejor
persona.
-Te
agradezco los elogios.., me contesto Luis.
No
pusimos a picotear algo de fiambre y algunas latas de conservas, acompañandos
con la botella abierta que encontré en la cocina. Mientras, el perro se sentó
también al pie de la mesa, no nos quitaba ojo, no sé si por no perderse alguna
frase de nuestra conversación o por coger al vuelo algún desperdicio de comida,
una vez engañados nuestros estómagos, recogí la mesa y lo poco que sobró de
fiambre y de pan se lo puse al perro en un plato, para que degustase también de la pobre cena.
Me levanté a por la cafetera con el café recién hecho, nos sentamos en el sofá,
le pregunté que si fumaba…
-No
gracias.
-Si
no te molesta yo sí aunque no mucho, pero hay momentos en los que fumar un
cigarrillo se me hacen más especiales.
-No,
no me molesta estás en tu casa, hubo un tiempo en que fumaba, pero lo dejé.
-¿Cómo
es que viniste a esta ciudad?- Le pregunté…, para entrar en situación.
-Aunque
no sea de aquí, esta ciudad siempre la he llevado conmigo gracias a mi padre,
el nació aquí, su juventud la pasó entre estos soportales y la plaza, ensayando
con la trompeta que le regaló mi abuelo, hasta que conoció a mi madre,
bailarina de la compañía que actuó en la ciudad, la compañía le contrató y sus
vidas transcurrieron de escenario en escenario, hasta que nací yo. Mi madre
dejo de trabajar, al cumplir yo los siete años, para poder atenderme mejor, la
ilusión de mi padre era que estudiase música, pasaron los años y nos instalamos
en la capital ya que la compañía después de cada gira por todo el país, acababa
siempre en la capital. Mi infancia, hasta entonces la pase entre bambalinas
como espectador privilegiado, desde que empecé a soplar y mi padre no actuaba,
mi juguete fue su trompeta.
Éramos
una familia feliz, hasta que a mi padre le detectaron una enfermedad pulmonar y
tuvo que reducir sus actuaciones, en una de esas actuaciones, una noche al
salir del teatro donde actuaba, unos maleantes le delinquieron para robarle, no
solo le robaron el poco dinero que llevaba, sino que también quisieron robarle
su trompeta, su herramienta de trabajo con la cual sacaba el sustento de su
familia. Según nos conto, después de entregarles la cartera le pidieron que les
entregase el maletín, mi padre se negó rotundamente y durante el escarceo que
tuvo con ellos, pudo abrir el maletín donde llevaba su trompeta y la utilizo
como arma para defenderse, a mi padre le encontraron en la calle herido y agarrado
a una de las partes de la trompeta que quedo útil. Una vez recuperado de las
heridas y magulladuras de la paliza, todo su afán era arreglar su instrumento,
nos dijo que se tendría que ausentar unos días para llevarla a reparar.
La
verdad es, que mi madre y yo pensábamos que la trompeta no tendría arreglo,
estaba hecha pedazos, aunque mi padre pudo recoger los trozos esparcidos del instrumento,
después de golpear a los maleantes y los que se llevo no sabemos contra que. Le
intentamos convencer que sería mejor comprar una nueva, con lo que costaría
arreglar la vieja, mas el viaje y la estancia de lejos de casa, se podía
comprar una igual o aun mejor.
Siendo
en vano nuestros intentos de convencerle, llego el día en que salió de casa con
el maletín maltrecho y las piezas de la trompeta dentro. Pasaron ocho días
desde que se fue cuando… Desde la calle pudimos escuchar el sonido de la trompeta,
era mi padre tocando su instrumento, sin ver la trompeta yo sabía que era la
misma incluso puedo afirmar que incluso sonaba mejor que antes, mi madre y yo
nos asomamos a la terraza, y ahí estaba mi padre, en la calle con la trompeta
izada al cielo y rodeado de gente escuchándole.
Pasado
unos meses mi padre falleció, la
situación económica a mi madre y a mí nos fue mermando, aunque mi madre
trabajaba limpiando cuando le salía alguna casa. La paga que la quedo de
viudez, no llegaba para que yo entrase en el conservatorio como mi padre
quería, mi madre no quería que yo dejase de estudiar en aquel tiempo yo tenía
dieciséis años, para pagar la matrícula del conservatorio, mi madre me comento
que empeñando la trompeta de mi padre nos ayudaría a pagar la matrícula, yo me
negué en rotundo una y mil veces, mi madre me dijo…,-Hijo si viviera tu padre
haría lo mismo que yo.- Tenía que pensar que el sueño de mi padre era que yo
estudiase música y no le podíamos defraudar.
Muy
a mi pesar, acompañe a mi madre a la casa de empeños, con lagrimas en los ojos
mi madre y yo dejamos la trompeta, el valor de ella era el triple de los que
nos dieron, fueron pasando las semanas, cuando un día recibimos una llamada
telefónica de la casa de empeños para que fuéramos hablar con el responsable de
las ventas.
Nos
recibió el encargado de ventas.
-Le
he hecho venir, porque el instrumento que empeñaron aquí hace varias semanas, tiene mucha aceptación para la venta, pero
cada vez que se lleva un cliente la trompeta nos viene con el instrumento
llamándonos estafadores, quienes se la llevan no son capaces de hacerla tocar
una nota.
-Por
favor si no le importa, traiga la trompeta y que la pruebe mi hijo…, le dijo mi
madre…
Recuerdo
que, con las manos sudorosas cogí la trompeta.., a mi mente vinieron recuerdos
de mi padre tocándola, desde de su muerte no saque nunca le trompeta de su
maletín.
La
cogí, la puse entre mis labios temblorosos y las notas fueron saliendo como si
de una fábrica de melodías se tratase…, el señor de la casa de empeño quedo
asombrado, no se lo podía creer.
-Les
pido perdón, pero parece cosa de magia, si no lo escuchan mis oídos no me lo
creo, todas las personas que han venido a comprarla y entre ellas músicos, no
han sido capaces de sacar una nota de ella…, nos comento el hombre todo
asombrado.
-Si
les parece y se la quieren llevar, me dan lo que se les pago por ella y tan
amigos…
-El
dinero que conseguimos por ella, era para emplearlo en el sueño de mi difunto
marido, el quería que nuestro hijo ingresase a estudiar música en el
conservatorio y sin este dinero no podrá…, le explico mi madre. Al hombre se le
cambio el semblante y tras unos segundos, su contestación fue…
-Está
bien entiendo su situación, escuchando como toca su hijo la cultura a veces
tiene que estar por encima de los negocios.
-Muchas
gracias, es usted un gran hombre, le estamos muy agradecidos por el detalle…, le contesto mi madre.
-Salimos
de la casa de empeño, con los ojos empañados en lágrimas, después de ese día no
hubo momentos que me separara de la trompeta de mi padre.
Fueron
pasando los años, yo acabe mis estudios en el conservatorio, me independice de
mi madre, desde entonces me he dedicado a llevar una vida algo bohemia,
viviendo de lo que he ido obteniendo tocando en la calle, el día que mi madre
me necesite volveré con ella, estamos siempre en contacto y así, ha sido mi
vida Diego.
-¿Pero
y el secreto de que nadie, sacara una nota a la trompeta no siendo tu padre o
tu?
-Mi
madre y yo, nunca supimos donde fue mi padre a reparar la trompeta, cada vez
que le preguntábamos, su respuesta era siempre la misma dirigiéndose hacia
mi...-Hijo, la trompeta fue un regalo de tu abuelo para mí, algún día será tuya,
cuando ella precise de ti, las melodías que salgan de ella, te trasladaran donde
la tienes que llevar-. Esa era su respuesta siempre.
-Durante
unos instantes nos quedamos los dos en silencio saboreando el vino, mientras,
el perro estaba tumbado sin quitar ojo a Luis.
Me
quede mirando al perro, y le pregunte a Luis…
-¿Oye
que sabes del perro? de los días que llevo por aquí, siempre me le encuentro al
lado de la farmacia y con la mirada perdida hacia donde tú te pones a tocar.
-Lo
sé, desde el primer día que empecé a tocar allí, ahí está el, debe ser que es
verdad que la música amansa las fieras Diego…, me contesto con unas carcajadas.
El
tiempo que pasamos juntos, fue de lo más ameno, creo que en mi corta estancia
que llevaba en la ciudad había conocido a un gran amigo.
Desde
entonces cada vez que oigo música la vida me sonríe de otra manera.
Rafael
Huertas

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