miércoles, 19 de febrero de 2014

LO QUE TENGA QUER SER, QUE SEA

 

 

¡Y los muertos se revelaran contra la vida y harán de ella un suplicio!

 Fue lo primero que escuche allí.

 ¡Nos veremos en el infierno amigo mío!

era mi voz sin vida la que escuche saliendo desde mi interior cuando caminaba por la zona vieja del campo santo, tumbas entreabiertas y lapidas resquebrajadas, arboles con las ramas desabrigadas abriéndose camino  entre los pasillos de las tumbas, intentando arraigarse a algo que tuviera un presente de vida.

 Me encontraba perdido sin tener nada sentido para mí, de mi interior solo escuchaba…

¡Nos veremos en el infierno amigo mío!

Caminaba por el campo santo con la única compañía de la sombra de los cipreses, era como si me guiaran hacia algún lugar, mi persona si es que era lo que caminaba, no daba sombra ninguna, eso me contrarió.  ¿O Quizás me tendría que haber asustado?

¡Qué más da, si nos veremos en el infierno!

 Eche a correr como si alguien me persiguiera, no tenía miedo.

¿Pero porque huía y de qué?

Así lo hice, en busca de la salida de aquel desolado cementerio. No encontré salida ninguna. Las sombras de los cipreses seguían a mi lado, alargando mi figura por encima de las lapidas, no sentía mi respiración, toque mi pecho con la mano derecha buscando el ritmo de mis latidos.

 ¿Qué me está pasando?—grite  preguntando con todas mis fuerzas, no se a quien— ¡Ya no eres nadie, lo serás a partir de cuándo nos veamos en el infierno, amigo! – Seguía escuchando desde mi interior esas voces que me atormentaban desde que llegue a aquel lugar reino de la tristeza y la desolación.

 El cielo se empezó a cerrar y todo el cementerio se cubrió de tonos grisáceos, la compañía de las sombras de los cipreses empezó a difuminarse mientras, lentamente la oscuridad se adueñaba de todo el entorno.

De las tumbas intactas se deslizaron las lapidas, de todas ellas surgieron llamas, en el pasillo formado por las tumbas surgió una imagen oscura, encapuchada, de su cara emanaba una mirada con unos ojos tan enrojecidos como el de las llamas que surgían de las abiertas tumbas, entonces fue cuando empecé a entender lo que me iba a ocurrir.

No sentí ningún miedo, quise arrepentirme de algo pero no tenia de que, los recuerdos los guarde bien profundos por si alguna vez pudiese llegar este momento. Entendí que mi alma había estado vagando, pero me alegre de que ella no hubiera sufrido mucho tiempo.

El lugar de mi descanso quizás no fuese el deseado por mí, pero aquí me encuentro, y ya no hay marcha atrás, caminé con paso firme hacia la imagen encapuchada y cuando estuve a su altura y con una mirada fría le mire fijamente a sus ojos enrojecidos y le dije… ¡YA NOS ESTAMOS VIENDO AMIGO, AQUÍ EN LAS PUERTAS DE TU INFIERNO!

 

Rafael huertas

 

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