Me encuentro sola ante la oscuridad de un callejón sin
salida en una ciudad sin nombre para mí, escudriñando entre la inmundicia como
una cazadora desesperada en busca de una víctima que me alivie mi ansiedad, esa
ansiedad que llevo arrastrando durante siglos llevándome a mis venas vidas sin piedad,
disfrutando de los gritos que me piden misericordia hasta quedar desangrados despojándolos de lo más preciado para mí.
Arrastro el castigo de una vida eterna siempre entre luces
tenues, con colores sin vida alguna, colores muertos para pincelar mi muerte en
vida, una muerte tan lejana en mi y tan cercana de los que me rodean.
Alguna noche seré una novia con vestido de raso negro para
complacer a cualquier humano que me ame y me ofrezca su corta vida para prolongar
la mía, sabrá quién y cómo soy en noches de pasión sin rumbo, le embrujare con
mis ojos, con mis labios ardientes, mi mirada y a través de mis afilados
colmillos su sangre fluirá por mis inmortales venas dándome vida eterna, a
cambio yo se la devolveré para que me acompañe en noches de cacería, escudriñando
en callejas a la sombra de luces tenues y de telón de fondo la luna llena. Los
rayos del sol serán nuestro castigo durante nuestra inmortal vida, seremos
caminantes sedientos de sangre caliente y fresca, nuestra unión será el castigo
de un amor eterno en lo más profundo de nuestros longevos cuerpos,
compartiremos cuerpos con mucha vida para absorber de ellos ese bien llamado
sangre para nuestra vida eterna.
Nuestra compañía será de por vida la oscuridad, los colores
sin vida, algunas luces tenues de callejones que lucharan por alumbrar contra
una anciana luna que con su luz nos guiara para sembrar la desesperación, el
terror y muertes no anunciadas, los aullidos de los lobos en noches de luna
llena nos marcarán su territorio.
Así será por siglos mi vida de vampira, a veces llorare
lagrimas de sangre, en mi camino dejare amantes humanos sin vida y vampiros,
siempre me acompañara la lujuria con placeres carnales, pero nunca podre
olvidar que existo por la sangre.
Rafael Huertas

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