viernes, 27 de diciembre de 2013

UN PEDIR PERDON SIN UN ADIOS



 

Sé que no me perdonaras por el adiós que no te di, pero las circunstancias de la vida a veces son crueles con nuestros actos.

A mi llegada a la estación el ferrocarril que te llevo ya había emprendido su marcha hacia el destino, solo pude ver el vacio que dejo en las vías, me encontré solo con un solitario banco de madera en el andén, un andén con solo unas vías y un reloj colgado de la pared de la estación sin manecillas, imagine que era para que los viajeros nunca supieran el retraso de su adiós, para algunos viajeros la espera les sería interminable con billetes solo de ida algo gastados y amarillentos por el tiempo de espera, otros subirían sin billete confundidos  sin saber de su destino sin nadie acompañándoles en la sala de espera de la estación.

Una sala de espera vacía, con ambiente gélido, sin ventanillas de atención a los clientes e inundada en lagrimas, imagine a gente en el andén secando sus lagrimas con pañuelos que no se podrían agitar en las despedidas por el peso de la lagrimas en ellos depositadas, con ramos de flores olvidados en algunos de sus bancos, unas paredes en las que se quedarían grabadas frases como: “Nunca te olvidaremos” “Siempre estarás en nuestros corazones”  

Me senté cabizbajo en el banco del andén de la estación con la mirada fija en las vías, sin miedo a que pudiera entrar en la estación mi tren, vi en el brillo de las vías tu reflejo y me vinieron recuerdos grabados que nunca olvidare. Solo espero que el día que tenga que subirme a mí tren, te encuentre en el destino para poder pedirte perdón por no decirte adiós.

 

Rafael Huertas

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