Había una veintena de tipis, todas colocadas formando un círculo muy
abierto, en el centro una hoguera con grandes troncos secos quemándose, de la
cual subía el humo que vi.
Artax y yo nos acercamos, por la que parecía la entrada al poblado..., al vernos salieron a recibirnos los niños de la tribu, la verdad es que estaban mas asombrados por la belleza de Artax que por mi presencia. Ya dentro del poblado empezaron a rodearnos las mujeres y hombres de la tribu. La verdad..., estaba asombrado al oír todos sus comentarios, hablaban en su idioma y yo les entendía.
Los hombres tenían unas facciones duras, las mujeres con la piel tostada por los rayos del sol, todas con una belleza natural al igual que el entorno, casi todas con unas largas trenzas colgando de ellas unas plumas, la mayoría con una cinta rodeando su frente, sus cabellos largos de color negro azabache.
El poblado estaba al cobijo de unas montañas rocosas y una extensa pradera bañada por un río de aguas cristalinas, en las afueras tenía varios cercados, unos con algunas vacas, cabras y en otro, unos cincuenta caballos y yeguas, al cual se acerco Artax.
Entre la algarabía que se había montado con mi llegada, se abrió paso el gran jefe, me saludo levantando su brazo derecho con la palma de la mano abierta.
-Yo soy el gran jefe Takoda (amigo de todos)
-¿De dónde vienes hermano? Me pregunto... Yo me quede unos segundos sin saber que contestar...
-Vengo de la pradera árida. Conteste...
Me invito a quedarme en el poblado el tiempo que quisiera, pensé que sería una experiencia inolvidable y acepte la invitación.
Escuché los relinchos de Artax, me acerque a ver que le podía pasar y vi como poniéndose de manos, relinchaba con la mirada hacia el cielo, era por la águila que nos acompaño durante el viaje, me acerque a él para acariciarle y que se calmara.
Vi como había algo de revuelo entre los habitantes del poblado, estaban todos fuera de las tipis pintándose las caras, me temí lo peor. ¿Seria pintura de guerra?
Llego la noche..., era una noche estrellada, la hoguera ardía con un gran fuego las chispas encendidas se perdían a la vista entre las estrellas.
Todos estaban sentados alrededor de la hoguera, el gran jefe me invito a sentarme junto a el, el brujo del poblado me comento..., que al ser luna llena, era noche de leyendas.., ufff menos mal, que era para eso el pintarse sus caras.
Las únicas luces que alumbraban el poblado eran las del fuego y la de la luna, esta última, esperando a escuchar alguna leyenda. Pero un momento..., sobre el gran risco la silueta de la gran águila, alumbrada por la luz de la luna.
Entre el graznar nocturno del algún búho, los aullidos de los lobos y el resplandor que dejaba alguna estrella fugaz, creo que iba a ser una noche mágica, entre esta gente tan amable y unida a la naturaleza, de grandes corazones.
El Gran jefe Takoda dio el permiso al brujo de la tribu Wahkan (sagrado) para que empezara a narrar la leyenda.
Artax y yo nos acercamos, por la que parecía la entrada al poblado..., al vernos salieron a recibirnos los niños de la tribu, la verdad es que estaban mas asombrados por la belleza de Artax que por mi presencia. Ya dentro del poblado empezaron a rodearnos las mujeres y hombres de la tribu. La verdad..., estaba asombrado al oír todos sus comentarios, hablaban en su idioma y yo les entendía.
Los hombres tenían unas facciones duras, las mujeres con la piel tostada por los rayos del sol, todas con una belleza natural al igual que el entorno, casi todas con unas largas trenzas colgando de ellas unas plumas, la mayoría con una cinta rodeando su frente, sus cabellos largos de color negro azabache.
El poblado estaba al cobijo de unas montañas rocosas y una extensa pradera bañada por un río de aguas cristalinas, en las afueras tenía varios cercados, unos con algunas vacas, cabras y en otro, unos cincuenta caballos y yeguas, al cual se acerco Artax.
Entre la algarabía que se había montado con mi llegada, se abrió paso el gran jefe, me saludo levantando su brazo derecho con la palma de la mano abierta.
-Yo soy el gran jefe Takoda (amigo de todos)
-¿De dónde vienes hermano? Me pregunto... Yo me quede unos segundos sin saber que contestar...
-Vengo de la pradera árida. Conteste...
Me invito a quedarme en el poblado el tiempo que quisiera, pensé que sería una experiencia inolvidable y acepte la invitación.
Escuché los relinchos de Artax, me acerque a ver que le podía pasar y vi como poniéndose de manos, relinchaba con la mirada hacia el cielo, era por la águila que nos acompaño durante el viaje, me acerque a él para acariciarle y que se calmara.
Vi como había algo de revuelo entre los habitantes del poblado, estaban todos fuera de las tipis pintándose las caras, me temí lo peor. ¿Seria pintura de guerra?
Llego la noche..., era una noche estrellada, la hoguera ardía con un gran fuego las chispas encendidas se perdían a la vista entre las estrellas.
Todos estaban sentados alrededor de la hoguera, el gran jefe me invito a sentarme junto a el, el brujo del poblado me comento..., que al ser luna llena, era noche de leyendas.., ufff menos mal, que era para eso el pintarse sus caras.
Las únicas luces que alumbraban el poblado eran las del fuego y la de la luna, esta última, esperando a escuchar alguna leyenda. Pero un momento..., sobre el gran risco la silueta de la gran águila, alumbrada por la luz de la luna.
Entre el graznar nocturno del algún búho, los aullidos de los lobos y el resplandor que dejaba alguna estrella fugaz, creo que iba a ser una noche mágica, entre esta gente tan amable y unida a la naturaleza, de grandes corazones.
El Gran jefe Takoda dio el permiso al brujo de la tribu Wahkan (sagrado) para que empezara a narrar la leyenda.
La leyenda de Niyol
Hace muchísimas
lunas.
En un poblado
Navajo, cuentan que una noche en la cual rugieron los espíritus del viento,
nació la hija de un gran jefe, la llamaron Niyol (Hija del viento). Desde
pequeña su pasión eran los animales y la naturaleza, cuentan que era capaz de
comunicarse con ellos atraves de la mirada. Con los años se hizo una joven
hermosa, de ojos grandes y algo rasgados de color azul celeste, una gran melena
larga que se dejaba acariciar por la brisas, llevaba una cinta rodeando su
frente, dicen que la cinta y un colgante que llevaba con un colmillo de lobo,
eran de un gran brujo antepasado suyo que tenia poderes para comunicarse con
los espíritus de los animales.
Su padre el
gran jefe Kostichi, en su mayoría de edad le regalo a Niyol una lobezna la cual
la acompañaba allá donde fuera, Niyol la bautizo con el nombre de Yuma.
Un día en unos
de sus largos paseos a caballo se adentro en un gran bosque de hayas, una vez
en el corazón del bosque se acerco a la orilla del río que lo cruzaba para que
bebiera su caballo, su amiga Yuma de pronto se puso delante de ella aullar
protegiéndola y a gruñir enseñando sus grandes colmillos y con la mirada fija a
la otra orilla, cuando de pronto...
En la otra
orilla vio como hacia lo mismo un joven cazador de otra tribu, el joven cazador
se dispuso a cruzar el río para saludarla de cerca, sus miradas se cruzaron de
tal forma que Yuma dejo de gruñir, que sería lo que noto Yuma que hasta se
dejaba acariciar.
El era un joven
cazador, con una melena por encima de los hombros, de ojos negros y grandes,
fuerte, de piel curtida
-Mi nombre es
Artax, hijo del gran jefe Dozzhaahii (Caballo salvaje) ¿Y el tuyo?...
-El mío es
Niyol, ¿Qué haces por estas tierras?
-Estoy de
cacería, para llevar comida a mi poblado.
-¿Si me dejas?
me gustaría acompañarte aunque no es de mi agrado ver matar a animales, aunque
comprendo que es la ley de nuestra naturaleza, siempre y cuando no se haga por
placer de los humanos.
Después de
mucho caminar por el bosque, no encontraron nada que cazar, la noche se echaba
encima del bosque y cada uno tenía que volver a sus poblados.
Quedaron en
verse al día siguiente, en el río.
Amaneció el día
siguiente con un radiante sol, despertado por los sonidos que venían del
bosque, corría una ligera brisa que hacia bailar la alta hierba de la pradera.
Con los
primeros rayos del sol, Niyol despertó a Yuma, cogió su caballo y como nunca
había cabalgado, a la velocidad de un rayo, fue a su encuentro con Artax.
Nada mas cruzar
el río, vio como Artax recogía su manta y su arco.
-¿Has dormido
aquí? Le pregunto Niyol
-Si, no quería
llegar tarde a nuestra cita..., le contesto Artax con la voz entrecortada y el
semblante sonrojado, no podía disimular su enamoramiento hacia ella.
Se adentraron de
nuevo en el bosque en busca de una buena pieza, Yuma y los caballos se quedaron
en la orilla del río, para no espantar a los posibles animales que se cruzaran
en la cacería.
Se escondieron
detrás de uno matorrales frondosos, esperando...
De pronto..., apareció
un gran alce, por su cornamenta era ya bastante adulto y una buena pieza para
dar de comer a su poblado. El preparo su arco con una flecha bien afilada, después
de un instante apuntándolo disparó dando en el blanco, el alce estaba herido de
muerte y para que no sufriese, rápidamente saco otra flecha la disparo y el
animal cayo muerto.
Los dos se
dirigieron hacia el río, ya que Artax tenía que arrastrar el cadáver del
animal, con su caballo hasta su poblado. Niyol aguanto sus lágrimas delante de
la presencia de Artax, no quería que viese el dolor que sentía, aunque ella
entendía que esa muerte era necesaria para el sustento de su pueblo y así
seguir, con las reglas impuestas por la naturaleza. Artax disimulo, como si no
se hubiera dado cuenta de su dolor. Al llegar al río, Artax la pregunto...
-Niyol.
¿Quieres que te acompañe, hasta tu poblado?
-No gracias, en
tu poblado te estarán esperando, pero si quieres quedamos de nuevo mañana me
gustaría enseñarte, desde donde sueño que vuelo..., contesto Niyol.
-De acuerdo, si
quieres quedamos en tu poblado.., dijo Artax.
Niyol subió a
su caballo acompañada de Yuma y se dirigió al risco mas alto dando un rodeo al
poblado, acompañada de Yuma empezó a subir hasta lo más alto. Una vez alli rompió a llorar por la situación vivida. Las
vistas desde lo alto, eran de las más espectaculares que se podían ver. Se
veía, desde la gran llanura árida, su poblado, el bosque y una extensísima
pradera con cientos de cabezas de búfalos y caballos salvajes. Así era el lugar
que se divisaba desde lo alto, desde donde Niyol soñaba con algún día volar.
Con su
compañera Yuma sentada a su lado y con la mirada perdida hacia el horizonte,
Niyol se dispuso a cantar un canto indio implorando al viento.
Cuando de
pronto una suave brisa empezó a ondear su melena, en lo que ella continuaba con
su canto, la brisa paso de ser suave a ser un fuerte viento, se formo un
remolino de color gris alrededor de su cuerpo, de pronto dejo de escucharse su
voz, se empezó a escuchar en todo el valle del poblado, los aullidos de Yuma.
De pronto un
silencio se apodero del lugar y se escucho…
-Niyol... Desde
ahora pertenecerás al mundo de los espíritus indios, serás el espíritu del
viento
Al día
siguiente Artax, se presento a buscar a Niyol tal y como habían quedado, se
dirigió a la tipi del gran jefe Kostichi.
-Me llamo
Artax, soy hijo del gran jefe Dozzhaahii, vengo buscando a Niyol me dijo que me
llevaría al lugar donde ella sueña con algún día poder volar.
-Ella no durmió
en el poblado anoche, imagino que abra pasado la noche en el gran risco, aunque
la tengo prohibido que suba ella sola alli, es un lugar sagrado donde
imploramos a nuestros espíritus guardianes..., contesto Kostichi.
Artax se
dirigió hacia el gran risco en busca de Niyol, en la subida vio como
sobrevolaba una gran águila, su vuelo era majestuoso surcando en las alturas.
De camino ya casi en lo alto vio a Yuma acercarse hacia el, se puso a darle con
su hocico en las piernas como queriéndole decir algo, Artax quiso entender que
la siguiera ya que el camino hasta la cima era algo escabroso y peligroso.
Una vez en el
pico más alto, vio que Niyol no se encontraba alli.
El quedo
asombrado de las vistas tan fantásticas, que se veían desde lo alto.
De pronto se
levanto algo de viento, empezó a escuchar un canto con la voz de Niyol, el
sintió la presencia de ella.
-¡¡Niyoool!! ¡¡
Niyoool!! Grito desesperadamente cuando de pronto..., empezó a levantarse un
fuerte viento, el mismo remolino que se formo cuando desapareció Niyol, se
volvió a formar, alli estaba ella como suspendida en el aire y con unas grandes
alas de águila, no daba crédito a lo que estaba viendo.
-Atarx
perdóname, pero este era mi destino desde que nací..., siempre que galopes por
las grandes praderas y bosques, yo seré tu acompañante. Le dijo Niyol...
Fue cuando el
se dio cuenta, que el sueño de Niyol se había hecho realidad y que ya
pertenecía al mundo de los espíritus indios.
Bajo
rápidamente de los riscos, para dirigirse al poblado de ella para comunicarle a
su padre, lo vivido.
Se monto en su
caballo, una vez en la gran pradera y galopando tan deprisa como nunca lo había
hecho. Vio en la lejanía como se iba formando una gran nube oscura, una vez
debajo de ella, sintió como su caballo y el eran absorbidos por algo
sobrenatural y escuchando una voz que le decía...
-Artax... Ha
llegado tu momento de pertenecer como lo ha hecho Niyol al mundo de los
espíritus indios, tú serás el espíritu de la amistad, prudencia y honor. Te
convertirás en un caballo pura sangre indio.
-Así, fue como
Niyol y Artax se convirtieron en unos espíritus, para ser invocados cada vez
que nuestros pueblos indios necesiten de ellos, siempre estarán juntos ella
convertida en una gran Águila surcando los cielos, velando por los intereses de
la naturaleza al igual que el, convertido en un veloz caballo blanco con
manchas negras.
Nunca temáis a
nuestros espíritus, se han ido convirtiéndose así desde que nació la primera
Luna.
Así fue como
acabo la leyenda el viejo brujo del poblado Wahkan.
Yo después de
al experiencia vivida en el sueño, os puedo decir que a partir de ahora tendré
mas en cuenta los mandamientos indios.
Trata la Tierra y a todo lo que hay en
ella con respeto.
Muestra gran respeto por tu semejante.
Trabaja junto para el beneficio de toda
la Humanidad.
Da asistencia y cariño donde se necesite.
Haz lo que creas que está bien.
Mira después el bienestar del cuerpo y la
mente.
Dedica una parte de tus esfuerzos al bien
común.
Sé sincero y honesto siempre.
Hazte responsable de tus actos.
Rafael Huertas
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